El Cura

crónica de ciudad pacifico


Al parecer, lo único que creíamos conocer o se daba como un hecho irrefutable del cura, era que no lo era, que su apodo, era por su voz de barítono, que recordaba a un párroco de algún pueblo perdido en la geografía, aparte de que en los primeros días de universidad se mantenía de zapatillas de charol, pantalón de pliegues y camisa de botones abotonada completamente hasta el cuello y por dentro del pantalón, algo raro para el promedio de vestimenta juvenil universitaria.

Ante la rutinaria pregunta de qué estudiaba, siempre contesto que arquitectura donde los vecinos, una respuesta que indicaba poco o nada, pero que fichaba el cuestionario, ya que alrededor, una distancia etérea que abarcaba todo el territorio de la metrópoli quedaban todos los centros de educación superior, desde las llamadas universidades de garaje hasta las reconocidas por firmas internacionales

Eran épocas de conocer el entorno, de entender mejor la diferencia entre academia y universidad, de ir formando y forjando nuestro carácter, sembrando bases para el futuro, para el nuestro, para el real, no para el impuesto por familiares, conocidos o por la sociedad.

Una de las particularidades del Cura era que desaparecía los dias que habia marcha estudiantil programada o alguna parada “militar” que hacían cualquiera de las cuadrillas adscritas a los diversos grupos armados del país; tanto así que incluso se le asociaba directamente con estos, pero nadie quiso aclarar esa duda realmente, ya fuera porque disfrutara de sus intervenciones en las tertulias o porque su presencia atraía a un público heterogéneo, y esa pregunta era considerada de alta peligrosidad, y lo que se pretendía era establecer un pequeño oasis para la sana disertación del saber y la actualidad nacional en lugar de crear otro polo de extremismo cargado de odio hacia algún sector de la sociedad

Cierto día el Cura no apareció más, incluso su grupo de fans tambien paso por las mesas que eran nuestro refugio a preguntar por él y no se sabía que contestar, lo cual generó inquietud pero en general sería algo pasajero, ya que en nuestro naciente grupo, eran habituales las ausencias, ya fuera por estudio, trabajo o amores fugaces, pero la inquietud latente por saber el paradero o solo saber algo se incrementó cuando cierta tarde se apareció una señora de educados modales y buen vestir preguntando por un nombre que nos era ajeno, pero que luego de disertar y hacerle exigencias a la memoria, se llegó a la conclusión de que por quien se indagaba era el Cura.

Empezaron nuestras pesquisas, incomodamos con nuestras preguntas, independiente de que grupo o afiliación política eran, se les preguntó de manera amable pero insistente de si sabían algo o tenían información sobre el paradero del Cura, hasta diversos grupos culturales y sociales nos ayudaron en el proceso, un proceso arduo que aún continúa, pero de todo ello solo queda el recuerdo del Cura y su rostro pintado en una pared con el letrero de lo seguimos esperando en casa vivo, libre y en paz.

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