Los mejores microcuentos, de Monterroso a Cortázar
En la actualidad, las historias se vuelven instantáneas y todos realizan microrrelatos de su día a día a través de las redes sociales. 140 caracteres es la máxima cantidad que pueden utilizar para expresar cualquier tipo de emociones. Algunos twitteros aprovechan al máximo esos caracteres y crean las mejores historias que podemos imaginar.
En la literatura también existen escritores que con una mejor técnica de escritura hacen micro historias que lo dicen todo. Historias que demuestran que con pocas palabras la imaginación puede viajar a lugares que hasta ese momento no existían. El microcuento es algo exótico, extraño, que muy pocos se atreven a experimentar. Las redes sociales dan una posibilidad para hacerlo, sin embargo, el aura del microcuento probablemente nunca sea la misma que antes.
Cuando el guatemalteco Monterroso inventó a su dinosaurio, no hacía algo que todos los demás siguen como parte de las “reglas del juego” de las redes sociales. Fue un acto revolucionario, que no se había hecho y que surgió como otra posibilidad literaria; fue novedoso y rompió las estructuras tradicionales. Después, otros lo siguieron.
Te presentamos los mejores microcuentos de grandes autores.
Cuento de horror, Juan José Arreola
Retrato, Adolfo Bioy Casares
Conozco a una muchacha generosa y valiente, siempre resulta sacrificarse, a perderlo todo, aun la vida, y luego recapacitar, a recuperar parte de lo que dio con amplitud, a exaltar su ejemplo, a reprochar la flaqueza del prójimo, a cobrar hasta el último centavo.
Post-operatorio, Adolfo Bioy Casares
-Fueran cuales fueran los resultados -declaró el enfermo, tres días después de la operación- la actual terapéutica me parece muy inferior a la de los brujos, que sanaban con encantamientos y con bailes.
Para un tesoro de sabiduría popular, Adolfo Bioy Casares
Me dice la tucumana: “Si te pica una araña, mátala en el acto. Igual distancia recorrerán la araña desde la picadura y el veneno hacia tu corazón”.
El dinosaurio, Augusto Monterroso
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
El Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio, Augusto Monterroso
Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho.
El Emigrante, Luis Felipe Lornelí
-¿Olvida usted algo? – Ojalá.
El destino, Franz Kafka
Una jaula salió en busca de un pájaro.
Después de la guerra, Alejandro Jodorowsky
El último ser humano vivo lanzó la última paletada de tierra sobre el último muerto. En ese instante mismo supo que era inmortal, porque la muerte sólo existe en la mirada del otro.
El melómano, Eusebio Ruvalcaba
Compra discos, lee biografías de músicos, colecciona programas de mano. Por sus venas circula música. Y muchas veces ama aun más la música que los propios músicos. Pero llora en vez de tocar.
Cuento de arena, Jairo Aníbal Niño
Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.
Fundición y forja, Jairo Aníbal Niño
Todo se imaginó Superman, menos que caería derrotado en aquella playa caliente y que su cuerpo fundido, serviría después para hacer tres docenas de tornillos de acero, de regular calidad.
A primera vista, Poli Délano
Verse y amarse locamente fue una sola cosa. Ella tenía los colmillos largos y afilados. Él tenía la piel blanda y suave: estaban hechos el uno para el otro.
Motivo literario, Mónica Lavín
Le escribió tantos versos, cuentos, canciones y hasta novelas que una noche, al buscar con ardor su cuerpo tibio, no encontró más que una hoja de papel entre las sábanas.
Amor 77, Julio Cortázar
Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.
Don Quijote cuerdo, Marco Denevi
El único momento en que Sancho Panza no dudó de la cordura de don Quijote fue cuando lo nombraron (a él, a Sancho) gobernador de la ínsula Barataria.
69, Ana María Shua
Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado me sigue soñando.
El harén de un tímido, René Avilés Fabila
Cómo temía decirles que no, opté por conservar a todas las mujeres que he amado.
¡Sorpresa!, José Costa Santiago
La primera mañana después de mi muerte.
Fiesta completa, Eugenio Mandrini
Y llovieron panes sobre el circo.
Toque de queda, Omar Lara
—Quédate, le dije.
Y la toqué.
Cálculos renales, Agustín Monsreal
¡Cuánto sufrí para poder arrojar la primera piedra!
Comentarios
Publicar un comentario