Este artículo se publicó originalmente en 2015. Lo retomamos en honor al 104 aniversario del nacimiento de Julio Cortázar.
Hugo Passarello era bastante joven la primera vez que leyó Rayuela,
de Julio Cortázar. Como muchos lectores de esa obra, quedó cautivado
por la narrativa y sus juegos de estructura. Ambientada en París, la
novela tiene 155 capítulos para los que Cortázar da tres opciones de
orden de lectura: cronológico, en saltos con instrucciones o como uno
guste.
“Cortázar
jugó con la idea de que un libro fuera una historia con la cual jugar”,
dijo Passarello. “Me inspiró a hacer lo mismo con las fotografías”.
Foto
Después
de mudarse él también a París y de pensar cómo realizar un proyecto
basado en un texto lleno de historias inesperadas, Passarello produjo “Rayuela”:
retratos de amigos, lectores y contemporáneos de Cortázar compilados
para el centésimo aniversario del natalicio del escritor, en 2014.
El
trabajo de Passarello es un diálogo entre la imagen y el texto. Empezó a
finales de 2013 por medio de redes sociales, donde encontraría a once
participantes que eligieran su pasaje favorito de la novela y acordaron
ser retratados en la ubicación parisina de ese fragmento.
Terminó por atraer a muchísimas más personas.
“La
gente seguía diciendo que quería participar”, dijo Passarello. Terminó
tomando seis retratos cada fin de semana, después de conversar con cada
persona para entender sus vínculos con Rayuela.
En uno de los retratos, Érica, profesora de español, yace pensativa al lado del Sena. Le dijo
a Passarello que cuando era joven “los periplos metafísicos y festivos”
la ayudaron a preguntarse y descubrir. Eligió un pasaje sobre tirarse
al río parisino como “algo lúcido y liberador”.
Otro de los retratos es el del artista argentino Julio Silva, amigo de Cortázar. Por medio de la lente de Pasarello, Silva aparece solemne cerca de la tumba de Cortázar, de espaldas.
“El
proyecto fue una prueba”, dijo Passarello sobre la experiencia de
retratar a varios sujetos. “Retó mi capacidad de conocer rápidamente a
desconocidos y conseguir que se expusieran”.
El
uso del blanco y negro le permitió también convertir a sus fotos en un
homenaje a un París muy distinto, aquel que fue retratado medio siglo
antes por Cortázar. “El París de hoy es menos bohemio y mucho más
costoso”, dijo. Pero muchos de los edificios siguen prácticamente
idénticos. “El blanco y negro me permitió retratar los mismos lugares
que retrata Cortázar en otro punto del tiempo”.
Pese
al paso de las décadas, el proyecto de Passarello comprueba la
fortaleza que aún tienen —por no decir que magnifican— las palabras del
escritor argentino.
“Las
historias básicas y mundanas de grandes cuentistas se vuelven
memorables y fantásticas”, dijo Passarello. “¿Es posible contar un
relato con el mismo poder, por medio de las imágenes?”.
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