Guía básica del largometraje de bajo presupuesto
Mientras los canales con los que difundir contenidos se multiplican, los autores siguen enfrentándose a la falta de medios. Por ello, he aquí los consejos de algunos directores noveles que crearon ficción con los bolsillos vacíos.
Para arrojarse a la piscina del largometraje hace falta una gran dedicación y, sobre todo, presupuesto, motivo por el cual a muchos realizadores las piezas breves han parecido quedarles siempre más a mano. Sobre todo a partir del soporte digital y la llegada de Internet, formatos como los cortometrajes o las webseries habían venido siendo la promesa de un mañana mejor para los autores del audiovisual. Sin embargo, ante unos mercados que no terminan de despegar, esa hegemonía empieza a encontrarse más discutida. En palabras del cineasta Ezequiel Romero, “hoy mucha gente ve en el largo la oportunidad que antes veían en trabajos más pequeños”. La tecnología nos ayudará a comprimir el coste y la duración de rodaje y, por tanto, la paciencia de quienes decidan ayudarnos; y aunque el camino por delante no sea imposible, sí requiere acumular imaginación y prescindir de ciertas comodidades.
Saca tu historia adelante siempre. Es importante que tengas presente tu propuesta, ese gancho con el que vas a intentar atrapar al espectador, para saber a qué se puede renunciar y a qué no. Obtener los planos tal y como los has imaginado es un sueño y decirles adiós es difícil, pero el videoarte requiere precisión, y la precisión requiere demasiado tiempo y dinero. Si lo que quieres hacer valer es tu capacidad para contar una historia, tendrás que anteponer la materia a la forma. Renuncia a todo antes que al guion y recuerda, si no, El proyecto de la bruja de Blair. “Siempre hacia adelante, como sea y sin pensarlo”, cuenta el director y actor Manu Ochoa, al que, a veces, 500 euros han bastado para terminar un largometraje.
Parte de la sinceridad. Resulta imposible crear equipo y rodar una película haciendo promesas; sobre todo, cuando no hay presupuesto y nunca se sabe si las vamos a poder cumplir. Es fundamental que no seas el único miembro del equipo que tiene una implicación personal en el proyecto, por lo que deberás asegurarte de que quienes te acompañen también estén motivados por la propuesta, como recuerda el realizador Hernán Cabo.
Fondos rotos y planos cortos. Tradicionalmente las pequeñas producciones han tirado de tomas muy cerradas con las que no agotar espacios de rodaje antes de tiempo o, sin ir más lejos, crear multitudes donde solo hay cuatro personas. Sin embargo, no hay que olvidar que actualmente están de moda los desenfoques extremadamente forzados, o fondos rotos, con los que reciclar localizaciones resulta más sencillo y, a la vez, podemos realizar más trampas a la hora de guardar la continuidad en el espacio. Por otra parte, nunca está de más recordar que, siempre que no se apoye la cámara en el suelo, no se requieren permisos para grabar en la calle.
Creatividad con cabeza. Hay directores que piensan que, por mucho que nos duela, no hay versiones baratas de técnicas como el travelling o la steadycam, aunque Ezequiel Romero sí es de los que se lanza a montar la cámara sobre un carro de la compra o a deslizar el trípode sobre una toalla. Ante la duda, y por si algún experimento no saliera bien, siempre es mejor haber contado también esas acciones con planos fijos manejables y sin demasiadas complicaciones. Por decirlo de alguna manera: guardar una copia de seguridad. La ausencia de tomas buenas no se puede arreglar en el montaje.
Estómagos llenos. Si en algo coinciden casi todos los realizadores es en las bonitas dinámicas de grupo que aparecen en los rodajes, pero el ensueño se puede convertir en pesadilla si la gente tiene hambre. La producción de imágenes suele conllevar jornadas maratonianas, por lo que es mejor que los implicados puedan disfrutar, por lo menos, de la comida. Según Hernán Cabo, comer bien y mucho es fundamental, “aunque sea la familia del productor la que cocine para todo el equipo”.
Recurre a todos los famosos que puedas. Un guion bien escrito, la premisa de una experiencia simpática y, según el director Antonio Dyaz, “la mezcla de crisis y alcohol” puede llevarte a trabajar con quienes pensaste que nunca verías fuera de la pantalla. Pasar un día o dos (pero solo un día o dos) rodando ficción es un plan que agrada a mucha gente, siempre que se proponga con ganas y en tiempo y forma. En el reparto de la última obra de Juan Cavestany, Gente en sitios, un gigantesco grupo de actores de primera aportaron su grano de arena sin recibir nada a cambio. Como todo, lo más complicado es empezar: cerrar con alguien un primer compromiso servirá de reclamo para animar a los demás.
Invierte la pirámide. Mientras el reparto y los miembros más creativos del equipo encuentran en los rodajes la oportunidad de mostrar su trabajo al mundo, hay tareas muy desagradecidas detrás de las cámaras. Es mejor tener esto en cuenta y, por tanto, ofrecer más a quienes se llevan la peor parte. Como anota el realizador Norberto Ramos, “cuando no hay presupuesto no hay anécdotas, solo hay marrones”. Si hay que recortar de otra parte, se recorta: dado que no siempre se cuenta con beneficios para repartir, muchos directores nos cuentan que a los técnicos se les debería ofrecer, al menos, el alta como trabajadores.
Y como probablemente no nos quede, después de todo, demasiado espacio en la cabeza, proponemos un último mandamiento muy sencillo: disfrutar del momento. Ser un director novel no tiene por qué convertir nuestra pieza en una mera carta de presentación o el salvoconducto hacia un lugar diferente. La película debe tener valor en sí misma. Encontrar un lugar en el mercado desde el que disponer del ansiado presupuesto no es ningún pecado, pero también, como recuerdan estos creadores, tiene un precio. Son muy pocos los realizadores que, después de abandonar las ficciones de andar por casa, pueden continuar comportándose como autores y decidiendo sobre su obra. “Lo bueno de trabajar con poco dinero”, remata Ezequiel, “es que por lo menos es tuyo”. Y si en lugar de un buen rato nos llevamos un escarmiento, quizá debamos plantearnos volver al corto.
Saca tu historia adelante siempre. Es importante que tengas presente tu propuesta, ese gancho con el que vas a intentar atrapar al espectador, para saber a qué se puede renunciar y a qué no. Obtener los planos tal y como los has imaginado es un sueño y decirles adiós es difícil, pero el videoarte requiere precisión, y la precisión requiere demasiado tiempo y dinero. Si lo que quieres hacer valer es tu capacidad para contar una historia, tendrás que anteponer la materia a la forma. Renuncia a todo antes que al guion y recuerda, si no, El proyecto de la bruja de Blair. “Siempre hacia adelante, como sea y sin pensarlo”, cuenta el director y actor Manu Ochoa, al que, a veces, 500 euros han bastado para terminar un largometraje.
Parte de la sinceridad. Resulta imposible crear equipo y rodar una película haciendo promesas; sobre todo, cuando no hay presupuesto y nunca se sabe si las vamos a poder cumplir. Es fundamental que no seas el único miembro del equipo que tiene una implicación personal en el proyecto, por lo que deberás asegurarte de que quienes te acompañen también estén motivados por la propuesta, como recuerda el realizador Hernán Cabo.
Fondos rotos y planos cortos. Tradicionalmente las pequeñas producciones han tirado de tomas muy cerradas con las que no agotar espacios de rodaje antes de tiempo o, sin ir más lejos, crear multitudes donde solo hay cuatro personas. Sin embargo, no hay que olvidar que actualmente están de moda los desenfoques extremadamente forzados, o fondos rotos, con los que reciclar localizaciones resulta más sencillo y, a la vez, podemos realizar más trampas a la hora de guardar la continuidad en el espacio. Por otra parte, nunca está de más recordar que, siempre que no se apoye la cámara en el suelo, no se requieren permisos para grabar en la calle.
Creatividad con cabeza. Hay directores que piensan que, por mucho que nos duela, no hay versiones baratas de técnicas como el travelling o la steadycam, aunque Ezequiel Romero sí es de los que se lanza a montar la cámara sobre un carro de la compra o a deslizar el trípode sobre una toalla. Ante la duda, y por si algún experimento no saliera bien, siempre es mejor haber contado también esas acciones con planos fijos manejables y sin demasiadas complicaciones. Por decirlo de alguna manera: guardar una copia de seguridad. La ausencia de tomas buenas no se puede arreglar en el montaje.
Estómagos llenos. Si en algo coinciden casi todos los realizadores es en las bonitas dinámicas de grupo que aparecen en los rodajes, pero el ensueño se puede convertir en pesadilla si la gente tiene hambre. La producción de imágenes suele conllevar jornadas maratonianas, por lo que es mejor que los implicados puedan disfrutar, por lo menos, de la comida. Según Hernán Cabo, comer bien y mucho es fundamental, “aunque sea la familia del productor la que cocine para todo el equipo”.
Recurre a todos los famosos que puedas. Un guion bien escrito, la premisa de una experiencia simpática y, según el director Antonio Dyaz, “la mezcla de crisis y alcohol” puede llevarte a trabajar con quienes pensaste que nunca verías fuera de la pantalla. Pasar un día o dos (pero solo un día o dos) rodando ficción es un plan que agrada a mucha gente, siempre que se proponga con ganas y en tiempo y forma. En el reparto de la última obra de Juan Cavestany, Gente en sitios, un gigantesco grupo de actores de primera aportaron su grano de arena sin recibir nada a cambio. Como todo, lo más complicado es empezar: cerrar con alguien un primer compromiso servirá de reclamo para animar a los demás.
Invierte la pirámide. Mientras el reparto y los miembros más creativos del equipo encuentran en los rodajes la oportunidad de mostrar su trabajo al mundo, hay tareas muy desagradecidas detrás de las cámaras. Es mejor tener esto en cuenta y, por tanto, ofrecer más a quienes se llevan la peor parte. Como anota el realizador Norberto Ramos, “cuando no hay presupuesto no hay anécdotas, solo hay marrones”. Si hay que recortar de otra parte, se recorta: dado que no siempre se cuenta con beneficios para repartir, muchos directores nos cuentan que a los técnicos se les debería ofrecer, al menos, el alta como trabajadores.
Y como probablemente no nos quede, después de todo, demasiado espacio en la cabeza, proponemos un último mandamiento muy sencillo: disfrutar del momento. Ser un director novel no tiene por qué convertir nuestra pieza en una mera carta de presentación o el salvoconducto hacia un lugar diferente. La película debe tener valor en sí misma. Encontrar un lugar en el mercado desde el que disponer del ansiado presupuesto no es ningún pecado, pero también, como recuerdan estos creadores, tiene un precio. Son muy pocos los realizadores que, después de abandonar las ficciones de andar por casa, pueden continuar comportándose como autores y decidiendo sobre su obra. “Lo bueno de trabajar con poco dinero”, remata Ezequiel, “es que por lo menos es tuyo”. Y si en lugar de un buen rato nos llevamos un escarmiento, quizá debamos plantearnos volver al corto.
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