estoy de paso
Cuentan que un viajero llego con la caída del sol a un modesto poblado.
Comenzaba a hacer frío y no tenía dónde pasar la noche.
Comenzaba a hacer frío y no tenía dónde pasar la noche.
Preguntó a los habitantes con quienes se cruzó por la calle por algún albergue o posada pero no había ninguno en aquel pueblo tan pequeño.
Muchos se disculparon por no ofrecerle ellos mismos un techo pero las familias eran numerosas y las camas escasas.
Finalmente alguien le comentó que el sabio del pueblo vivía solo en una casa al pie del monte y que solía recibir a los extranjeros que pasaban por allí.
Con los huesos doloridos por el viaje el viajero siguió las indicaciones hasta llegar a la casa del sabio y una vez allí golpeó la puerta.
Un hombre canoso pero de aspecto saludable apareció en el umbral y saludó al desconocido:
-Buenas noches.
-Buenas noches maestro-respondió el viajero-. Busco abrigo para la noche y me han dicho que quizá tuviera la amabilidad de permitirme pasar una noche en
su casa.
-Buenas noches maestro-respondió el viajero-. Busco abrigo para la noche y me han dicho que quizá tuviera la amabilidad de permitirme pasar una noche en
su casa.
- Pasa amigo, siempre hay lugar para uno más en esta casa - dijo el sabio haciéndose a un lado para dejar pasar al visitante.
Al entrar el viajero vio que la casa estaba formada por una única y amplia estancia pero lo que mas le sorprendió es que el lugar estaba prácticamente vacío.
Lo único que había eran algunas mantas que parecían servirle de cama al dueño de la casa, un pequeño arcón y una jarra con dos o tres cuencos.
El viajero permaneció atónito mientras el sabio sacaba otras mantas del arcón, las disponía en el suelo y por último servía un poco de agua en los cuencos.
Cuando el sabio se acercó, el viajero no pudo aguantar mas la curiosidad y preguntó directamente:
-Pero maestro¿dónde están sus cosas?
-¿Y dónde están las tuyas?- fue su respuesta.
-¿Y dónde están las tuyas?- fue su respuesta.
-Pero es que yo estoy de paso...- dijo extrañado el viajero.
Entonces el sabio sonrió yo ofreciéndole uno de los cuencos sentenció:
-También yo.
-También yo.
Jorge Bucay.
La felicidad es un bien que se multiplica al ser dividido
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