Nadie sabe lo de nadie

Frase: "Di la verdad aunque sea amarga. Di la verdad aún contra ti mismo" Mahoma

Nadie sabe lo de nadie. Esto empezó como una charla entre amigos. Yo, que a veces me apasiono demasiado con algunos temas, me defendía ante una crítica con la frase de cajón “Nadie sabe lo de nadie” en una noche de viernes, luego me reí y se convirtió en un chiste interno. Ahora no me parece charro. Es en serio. La frase es muy diciente: en el fondo no sabemos quién es quién en su sentido más puro y más frágil. Porque al hombre lo mueven, más que sus victorias, sus fracasos, sus dolores, sus momentos más oscuros. La semana pasada el columnista Adolfo Zableh escribió, más que un artículo de opinión para sus lectores, una columna literaria para él mismo, en la que narra un evento infortunadísimo que le marcó para siempre. De la columna de Zableh ya hablamos todos, lloramos, sufrimos, nos conmovimos, fue compartida en redes y como el mismo periodista lo dice “es tal vez una de sus columnas más leídas”. Sí, muy bien por el afamado escritor de El Tiempo. Pero más allá de la reacción inmediata de los miles de lectores y más allá del hecho en cuestión que nos fue revelado por Adolfo, el mensaje que subyace en su escrito no es más que eso: Nadie sabe lo de nadie. Somos como somos (tan distintos y cambiantes) por nuestros padres, la educación que nos dieron, la ciudad en la que vivimos, las relaciones que hemos tenido, las experiencias que nos han definido. Somos un mundo inmenso y complejo. Y nos cuesta, nos cuesta mucho, aun sabiendo que todos hemos vivido situaciones dolorosas y trágicas, entender al otro, observarlo sin hacerle ningún tipo de crítica o cuestionamiento. A mí me ha pasado. Toda la vida me han señalado de rebelde. No sé muy bien cuándo ha sido un halago y cuando ha sido una crítica fuerte e hiriente, pero esto ha supuesto un enorme peso en mi vida. Nadie sabe hasta qué punto. Creemos que tenemos el derecho o el deber (¿?) de mostrarle al otro sus debilidades. Aunque no creo que la rebeldía sea una falla de carácter, sino una muestra, como tantas otras, de que todos somos muy distintos. La rebeldía no es más que una resistencia: a las creencias, a los dogmas, a los juicios, a las enseñanzas, y quién sabe, sólo yo, a lo que he vivido. También yo me he creído el juez de otros, pero ahora estoy entendiendo que esa frase que alguna vez dije con cierta ironía, más como por salirme de una situación acalorada, que por pura convicción, cada vez toma más forma en mi actuar y para mi vida. Desconocemos el peso de los demás. No todos somos tan valientes como Adolfo y no tenemos que explicarnos todo el tiempo. Pero sí tenemos la responsabilidad de otorgarles con humildad y sencillez a los demás el “No sé de ti muchas cosas, no puedo criticarte”. Tal vez, en esas pequeñas acciones, encontremos la paz interior de la que tanto hablamos hoy en día, y más personas como Adolfo puedan abrirse ante el mundo sin sentirse fuera de lugar, enfermos, o señalados.

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