El adiós a una vieja librería: la Nueva
La transformación del Centro ha sido fundamental para la desaparición de las librerías.
El día que cerraron la librería Nueva, Hernando Donado no pudo contener las lágrimas. De aquella librería que fue suya por más de 40 años, solo queda el recuerdo. Aquel espacio fue fundado en 1926 por Luis Eduardo Marín. Inicialmente estaba ubicado en Boyacá con Carabobo. Más adelante se mudó al centro cultural de la ciudad: la carrera Junín.
Fue allí donde vivió sus años dorados. Era visitada por personas de la élite de la ciudad, poetas e intelectuales. La librería se convirtió en una parada obligada para aquellos que iban a ‘juniniar’.
Sin embargo, esta no pudo sostenerse por la transformación que comenzó a sufrir la ciudad. El periodista y escritor antioqueño, Héctor Abad Faciolince, asegura que “la élite abandonó el Centro, dejó de vivir en el Centro y de trabajar en el Centro”.
La familia Marín tuvo que vender la librería a mediados de los años 70. Les fue imposible sostenerla.
Esta era un ícono de Medellín. Como lo dice Donado, que le compró el negocio. “Fue un aporte calladito que le hicimos a Medellín, no dejar acabar la librería más tradicional”.
En 1965 Donado fundó la librería Científica, otra insignia de la ciudad, que después de 50 años también abandonó el Centro. Estaba ubicada junto a La Candelaria. Ahora se encuentra en un centro comercial.
Donado, que hoy tiene 72 años, comenzó a trabajar en la librería de su padre, la Técnica, cuando aún era un niño. “Ese fue mi comienzo, y como mi padre fue librero toda la vida, me fui enamorando de los libros”, recuerda.
Luego de la venta de la Nueva, la librería volvió a resurgir. Se convirtió en un espacio para la tertulia.
Todos los sábados había un espacio donde intelectuales dialogaban al calor de los libros y el café.
“Yo recuerdo nos visitaban Alcaldes y Gobernadores”, cuenta Donado.
La Nueva se caracterizaba por la variedad de sus libros. Siempre tenían las novedades. Pero también contaban con los clásicos.
Con el paso de los años, la ciudad continuó con su transformación. El Centro cambió de público, desaparecieron importantes edificios y lugares representativos.
Esa transformación no solo se llevó los edificios, también se llevó la cultura que había en la ciudad. Comenzaron a desaparecer librerías y teatros.
“La gente que venía a estos espacios ya no volvió. La prueba es que son muchísimas librerías que se han cerrado: la Aguirre, la Continental, la Librería Don Quijote, la Moderna, la Universal, la Castellana. Me faltan por lo menos 15 para decir el número de las librerías que han ido desapareciendo”, asegura.
Es por esto que Abad dice que es muy triste que en el centro de una ciudad no haya librerías. Y, precisamente, Medellín se está quedando sin estas.
Hace un mes, la librería Nueva cerró sus puertas. No aguantaron las nuevas dinámicas del Centro. Un sector “lleno de expendios de droga, juegos de azar, prostitución, pornografía, piratería y universidades de garaje”, dice Abad.
Estos factores han obligado a las librerías tradicionales a cerrar sus puertas.
La librería La América, vecina de la Científica, es una de las librerías tradicionales que aún persisten. Los clientes que todavía la visitan piden que no la vayan a cerrar como pasó con las demás.
Dora Arango, que ha trabajado 22 años en este lugar, asegura que “la librería se sostiene, pero no se sabe hasta cuándo”.
El sector donde está ubicada es rodeada de pornografía y piratería. En muchas oportunidades los ‘piratas’ tienen libros primero que la librería. Eso fue lo que acabó con las demás, según ella.
La gente le decía a Donado que la Nueva era patrimonio cultural, que la librería la quiere todo el mundo. “Muchas librerías fueron saliendo, pero la Nueva se quedó. Nosotros no la dejamos acabar”, asegura Donado.
Algunos libreros, como Donado y los de La América, se preguntan por qué no hay apoyo a las librerías por parte del Estado. Dicen que no reconocen el carácter patrimonial que tienen.
“Los libros que compran el municipio y el departamento los compran en Bogotá. A las librerías no nos tienen en cuenta”, afirma Donado.
A pesar del cierre de la Nueva, de la salida de la Científica, del sector, y del futuro incierto de La América, los libreros siguen siendo fieles al libro y esperan que algún día el Estado valore más los libros y piden que haya una revolución cultural a través de estos.
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