consejos y un ejercicio de escritura

Los secretos de los escritores millonarios.

consejos para ser un escritor millonario

1. Escriba sagas. JK Rowling con Harry Potter, Janet Evanovich conStephanie Plum, Suzanne Collins con Los juegos del hambre y John Grisham con Theodore Boone: todos los escritores mencionados por Forbes han sucumbido al poder de las sagas. Desde trilogías hasta series de quince libros con un solo protagonista que, por lo general, cuentan la misma historia. Las sagas surgieron en la Edad Media para narrar las vidas de santos y reyes de forma muy parecida a la oralidad y, según indican las cifras, continúan siendo la fórmula mágica para los best sellers. Así que prepárese para escribir mucho. La buena noticia es que no tiene que innovar demasiado de un libro a otro.
2. Escriba como habla. Lo dijo James Patterson, el escritor más rico según Forbes, que gana noventa y cuatro millones el año pasado. “En realidad, intento que la literatura escrita se parezca a la oral y las descripciones no me interesan, creo que aburren y no aportan nada”. Si lo que usted busca es vender libros, trate que su escritura sea lo más sencilla posible. Recuerde que sus lectores quieren entretenerse con una historia digerible. Por eso huya de las metáforas muy ingeniosas y de las frases, párrafos y capítulos largos.
3. No sea tan profundo. Buena parte del éxito de los best sellers está en las historias poco complejas. Suzanne Collins, la autora de Los juegos del hambre y novena en la lista de Forbes con una ganancia de veinte millones de dólares, podría haber escrito una novela complicadísima sobre la violencia, la pobreza y la desigualdad. Lo que hizo, en cambio, fue una trilogía llena de acción y sin una gota de reflexión. Y eso la ha hecho vender veinticinco millones de ejemplares.   
4. Haga que sus personajes hablen y actúen. ¿Recuerda los monólogos de Raskolnikov, el protagonista de Crimen y castigo? ¿Recuerda que allí estaban todas las contradicciones y temores de la condición humana? Pues no se le ocurra hacer nada similar cuando esté construyendo los personajes para su best seller. Escriba sobre gente sin vacilaciones morales. Desde luego, pueden tener rasgos distintivos, pero nada que al lector le cueste imaginar. Piense, por ejemplo, en lo bien que le fue a los vampiros de Crepúsculo a punta de dilemas flojos. Eso sí, llene las páginas de su best seller con diálogos y acciones en las que todo quede explicado. En un best seller no hay lugar para las dudas.  
5. No escatime en el misterio y la intriga. No solo se trata de terminar los capítulos en punta para asegurar que el lector siga leyendo. Que sus historias sean sobre misterios, crímenes y conspiraciones le darán un puesto seguro en la lista de los más vendidos. Tenga en cuenta que existe toda una gama de posibilidades: desde las intrigas en el mundo de la justicia que tan bien ha sabido recrear John Grisham, cuarto en la lista de Forbes, hasta las conspiraciones históricas de Ken Follet, en el número catorce.   
6. Recree un par de escenas sexuales o eróticas. La maestra en este punto es, por supuesto, E.L. James, la autora de Cincuenta sombras de Greyque aunque no hizo parte de la lista de Forbes es, según la revista, una candidata fija para el conteo del próximo año. La respaldan las treinta y un millones de copias que ha vendido en el mundo. La trama es conocida: la inocente joven Anastasia Steele comienza una relación con el millonario Christian Grey. No contenta con la diferencia de clases entre los personajes, James decidió poner su vendedor toque personal: la relación entre Steele y Grey está marcada por las prácticas sadomasoquistas.
7. Añada un romance tormentoso. Si por algún motivo le da pudor escribir escenas explícitamente eróticas, empiece por el romance. Tome a Stephanie Meyer como ejemplo. La autora de la saga Crepúsculo se valió de una premisa simple: el amor siempre es tormentoso. Si no que lo digan las telenovelas latinoamericanas. Si quiere seguir por esta vía, haga que sus personajes tengan una diferencia en apariencia irreconciliable –de clase, edad o racial– que, sin embargo, superan gracias al amor.   
8. Ubique la historia en otra época. Aunque ya está pasando el boom de las novelas históricas, la fórmula todavía puede atrapar a los lectores: haga pasar hechos inventados como si hubieran ocurrido de verdad. El lector no solo se sentirá cautivado con la trama, sino que sentirá que está aprendiendo de historia. Entre más conspiraciones pueda recrear, mejor. No olvide usar frases como: “la verdad sobre…”.
9. Atraiga a los jóvenes. Así como lo hicieron Rowling, Meyer y Collins –tres de las seis escritoras de la lista de Forbes– escriba para jóvenes. Recuerde que las estrategias de promoción están cambiando y que, además de los lanzamientos tradicionales, los libros consiguen lectores según lo mucho que suenen en blogs y redes sociales. A su libro para jóvenes –que puede ser sobre magos, vampiros, mundos apocalípticos y hasta ángeles– súmele videojuegos, películas y todo el merchandising que se le ocurra.
10. No se encariñe con sus libros. Sin excepción, los quince escritores de la lista de Forbes tienen algo en común: no paran de escribir. Patterson, por ejemplo, ha publicado más de cien novelas. Una cifra asombrosa respaldada por una decisión inteligente. Si sueña con ser un escritor debest sellers no espere a que su libro salga de las listas para empezar el siguiente. No olvide que es difícil que un libro siga vendiéndose igual de bien después de varios meses de haber salido al mercado.
Una última recomendación: usted quiere ser un best seller, así que no se preocupe por no ser un escritor más profundo. Más bien siga este consejo del muy sincero James Patterson: “Cuando comencé a interesarme por la literatura leí a autores como James Joyce o Gabriel García Márquez y me di cuenta de que mi talento no alcanzaba para escribir el Ulises. Ahora bien, poco después leí novelas como Chacal El exorcista y me dije que yo era capaz de escribir ese tipo de libros”.
consejos para escribir buenas historias

Allá usted
1. Yo, de ser usted, no corregiría lo que hasta ahora estoy escribiendo, no corregiría las primeras 24, 48, 72 páginas de la novela que por fin pude empezar, porque cuando se revisa lo escrito mucho antes de ser terminado suele correrse el riesgo de llegar a la conclusión de que se está haciendo basura. ¿Y si se está haciendo basura entonces qué?: ¿empezar de nuevo? Yo, de ser usted, sólo me sentaría a leer lo que he escrito unas semanas después de haberle puesto el punto final. Si es malo, si no está a la altura ni de sus ideas ni de sus expectativas, por lo menos tendrá en las manos un relato de principio a fin que puede salvarse en la corrección, en la edición.  
2. Yo, de ser usted, escribiría sobre lo que sé aun cuando en un principio no lo sepa.
3. Yo, de ser usted, no escribiría nada profundo, no encararía los temas trascendentales que en teoría ha tratado la literatura desde el principio de los tiempos (pues aparecerán así uno no quiera, estarán en el texto pase lo que pase), sino que acompañaría pequeñas vidas y pequeñas líneas que traten de ponerse a la altura de sus pequeños destinos. Iría frase por frase como quien lleva a alguien de una orilla a la otra, paso por paso. Me preocuparía por poner en escena lo que me imagino como un director que tiene en sus manos un guión. Me preocuparía por encontrar las palabras exactas. Me contentaría con dejar escrita la idea que se me ocurrió como si bastara con terminarla. Y punto. Evitaría lo grave porque lo grave, de los entierros a las juntas directivas, da risa nerviosa. Porque lo demasiado serio da risa. Y lo hondo está adentro de cada quien. Un texto literario –un poema, un drama, un relato- tiene la profundidad de un pentagrama, la profundidad que cada cuál quiera encontrarle: un texto literario depende del talento de su intérprete.
4. Yo no menospreciaría el humor. No apagaría mi sentido del ridículo mientras estoy escribiendo. No me tragaría un solo chiste que venga al caso. No descartaría la parodia pues, en estricto sentido, la literatura no es más ni menos que eso. Jugaría. Haría guiños. Caería, de tanto en tanto, en los clichés: así es la vida. No despreciaría el sentimentalismo, no, ni mucho menos lo confundiría con la sensiblería. Tampoco rechazaría el efectismo: no me daría vergüenza conseguir frases que agüen los ojos, que den risa, que den miedo. No menospreciaría, tampoco, ningún medio: ni cine ni canción ni televisión ni radio ni internet. No menospreciaría la gracia de un best seller. Me reiría de todo, en suma, pero no menospreciaría nada.
5. Yo no le temería a ser local. Yo, de ser usted, escribiría para los lectores de acá: no me sentiría ni por encima ni por debajo de los lectores de acá. ¿Por qué? Porque, para empezar, usted lo es: y usted es ese lector al que usted le está escribiendo.
6. Yo, de ser usted, escribiría en mi propia lengua: en mi propio castellano. Yo no estaría pensando en cómo hacer para que me entiendan más allá de mi ciudad. ¿Por qué? ¿Para qué? Yo no me censuraría la jerga de mi propio mundo como no se la censuraron los novelistas rusos del siglo 19 ni se la censuran los narradores gringos de estos tiempos. Pensaría a tiempo que si a usted no le cuesta sangre leer a los argentinos o a los españoles o a los mexicanos (usted no va a hacer mala cara cuando le presenten a “una mina”, usted entiende si le gritan “gilipollas” y sabe qué es “una torta de jamón” si se la ofrecen), probablemente a ellos les cueste aún menos leerlo a usted.  
7. Me aferraría a un buen personaje: pues un buen personaje –definición: una persona que no consigue fingir que es otra- es un ejemplo de un hecho humano que no se alcanza a comprender ni se puede articular de otra manera: una muestra gratis del misterio. Me aferraría a un personaje al que conociera lo mucho y lo poco que se puede conocer a una persona. Y como en cualquier obra dramática, pensando en un primer acto de presentación, en un segundo acto plagado de obstáculos para alcanzar un destino y en un tercer acto de resolución, lo pondría a vivir lo peor que puede pasarle en la vida, lo pondría a explorar si en verdad, como yo sospechaba en un principio, está a la altura de su vida. Eso: de ser usted, yo sabría para dónde voy antes de empezar a escribir así termine, al final, en otra parte.
8. Yo me preguntaría, en el caso de que mañana en la mañana se me ocurriera ser escritor, qué tanto me interesa el lector, qué tanto me importa que baje por la escalera de mis versos o pase página a página todas mis páginas hasta llegar al final. Yo, de ser usted, escribiría para que alguien me leyera de la primera línea a la última. Pero, como suele decirse, escribiría el texto que quiero leer. Ni más ni menos. Si llegara a la extraña conclusión “quiero que lo que escriba sea un libro”, me preguntaría por qué no puede estar en otro medio: qué hace, en tiempos de internet, que un libro sea un libro. Me entregaría después a mi editor de confianza. Y caería en cuenta entonces de que, si lo que se ha escrito es un libro, usted no es más que parte de un equipo: que falta corregirlo, editarlo, diseñarlo, imprimirlo y entregárselo al lector. Ni más ni menos.
9. Yo, de ser usted, no me comería el cuento de la escritura. Por ejemplo: yo no diría jamás “un libro es como un hijo”, yo iría preparando el alma para que mis colegas –los jóvenes, los de mi edad, los viejos- se convirtieran en mis principales influencias, iría alistándome para cambiar la envidia de que alguien publique algo por la alegría de que alguien escriba lo que usted no puede escribir. Huiría a toda costa de la solemnidad. Me relativizaría. No perdería de vista que la fama borrosa y tranquila que trae la publicación, aun cuando tenga resonancia en la prensa, se parece a la fama de un plomero con unos cuantos clientes. Me daría risa mi pequeña fama, sí: una fama en la que aplican tantas condiciones y restricciones. Le haría caso a Paul Simon: So you want to be a writer? / But you don’t know how or when? / Find a quiet place / Use a humble pen: me sentaría en el ojo del huracán. No olvidaría que escribir ficciones es otro gesto infantil, otra manera de articular la experiencia en el mundo, y nada más. No olvidaría que el oficio del escritor es uno entre los mil y un oficios del mundo: otra clase de carpintería. No le recibiría todos los consejos a mi ego. En fin. Yo, de ser usted, no me comería el cuento: punto. Simplemente, trabajaría.
10. Pero eso soy yo. Allá usted. Eso soy yo, que he escrito “yo” veintidós veces en este texto porque escribo para vivir en paz conmigo mismo, para deshacerme una por una de mis formas de ser; porque escribo –y esta es sólo una de las mil razones para hacerlo- simplemente porque se me ocurren las ideas y no descanso en paz hasta que no las dejo hechas. Repetía mi amigo Germán: “cada cuál hace sus cosas”. Y así es. La gracia de escribir es que cada quién halle sus reglas, que cada quién haga, en últimas, lo que le dé la gana. ¿Porque qué importa? ¿Porque cuál es la Fifa o el Vaticano que aplasta esta vocación? ¿Porque quién nos va a castigar por hacerlo así o de otra manera? ¿Porque qué tan grave es escribir un libro que tenga pocos lectores, qué tan grave es que un lector perdido en sí mismo que sepa pronunciarlo nos diga “usted no es Coetzee”? Porque todos los libros, desde esos preciosos textos en los que nada más seguimos a una voz hasta esas tramas macabras que no nos dejan irnos a dormir hasta que no las terminamos, desde esos juegos experimentales que nos exasperan pero nos fascinan hasta esos relatos contenidos que nos cargan de poesía, desde los más comprometidos con la fantasía hasta los más comprometidos con la realidad, están en todo su derecho.

UN EJERCICIO DE RAY BRADBURY PARA ESCRIBIR CON EL CORAZÓN, SIN PENSAR (¡CON HUEVOS!)

UNA TÉCNICA PRÁCTICA DEL MAESTRO DE LO FANTÁSTICO PARA DESTAPAR EL INCONSCIENTE, DEJAR FLUIR LA PLUMA Y ESCRIBIR CON EL CORAZÓN. SI SIGUES TODOS LOS PASOS, AL TERMINAR ESTA ENTRADA TENDRÁS UN NUEVO CUENTO.

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Hace como seis años, en una de esas jornadas mamonas en esas ferias mamonas donde la societé literaria se junta tal como si fueran shopaholics, pero de letras (cacatúas fascinadas por las presentaciones y chismes del mundillo), conocí a uno de mis ídolos, al meritito Ray Bradbury.
había escrito sobre cosas que de verdad importan: sobre el corazón del hombre, sus oscuridades y luces y astillas ahí enterradas.
Ah, a ese pinche viejito siempre lo había admirado: el rucailo, que por entonces tenía 88 años, había escrito sobre cosas que de verdad importan: sobre el corazón del hombre, sus oscuridades y luces y astillas ahí enterradas. Pues bien, yo, entonces de unos 28 años, con los huevos hasta la garganta, por los nervios, alcé la mano en la sala atestada de periodistas, fans y escritores y, a larga distancia, dirigido yo hacia la pantalla que transmitía en vivo desde su casa en California, le pregunté: Ray, ¿que necesito hacer para ser escritor?
El viejito, jubiloso, me dijo:
“Escribe con el corazón, escribe mucho y siempre con el corazón. Nunca escuches  a los que no confían en ti, a ellos, márcales por teléfono y diles: están despedidos, y luego cuélgales.”
Escribe con el corazón, escribe mucho y siempre con el corazón. Ray Bradbury.CLICK PARA TWITTEAR
Pero a ver, no chifles ¿Qué chingados es eso de escribir con el corazón? ¿Es lo mismo que escribir con huevos? Sí, puede ser ¿Es lo mismo que escribir con las tripas? También, chance. Escribir con el corazón, para mí, al menos, es escribir sin pensar, desde el inconsciente. ¿Han oído a esos escritores que dicen, muy creídos: No, es que de pronto los personajes cobraron vida en la página y se me salieron de las manos; cortaron mis hilos de titiritero y con sus nuevas alas volaron fuera de mi control? Bueno, pues no es que pase nada de eso, o sea, que los personajes no cobran vida por un milagro metafísico. Tampoco se le mete el espíritu santo al escritor. Nel. Lo único que pasa es que el güey, por fin, baja la guardia, deja de escribir pensando en el resultado, en las miles de fans que se van a tender a sus pies, en que va a ser la nueva revelación de la literatura mundial; por fin se sale de sus planes y entonces entra al subconsciente: a esa corriente que almacena símbolos, imágenes, arquetipos y todos los recuerdos de lo que hemos vivido (la herramienta más chingona de un escritor para conocer sus oscuridades y transformarlas en luz).
Escribir con el corazón, escribir sin pensar, Ray Bradbury, consejos de Ray Bradbury, consejos para escribir, escribir cuentos
Ray Bradbury
El inconsciente es la herramienta más chingona de un escritor para conocer sus oscuridades y transformarlas en luz.CLICK PARA TWITTEAR
Eso es escribir con huevos. Con el corazón. Así que aquí les va un ejercicio práctico para escribir con él, de ti mismo. Y escribir de ti mismo y no de “algo que te gusta” o “algo muy cool que va a emocionar a los lectores”, es lo que hacen los que escriben buena literatura. Cuentan revelaciones de ellos mismos y, al mismo tiempo, de todo el mundo, tocando las arterias universales que fluyen con las experiencias que nos conectan a todos.
Pues bueno, después de mi choro mareador metafísico, aquí la técnica sobre la que Ray se explaya en la joya, biblia obligatoria para escritores: Zen en el arte de escribir (Amazon: En inglés / En español / Casa del libro), su libro de ensayos de 1990 con puras palabrotas de poder sobre la escritura.
Ahí, en el primer ensayo, intitulado, Escaleras, o nuevos fantasmas de mentes viejas, el maestro inmortal empieza duro y llegador:
Entre más rápido lo digas, entre más rápido lo escribas, más honesto serás. En la duda yace el pensamiento. En la tardanza está el esfuerzo por el estilo, en vez del salto hacía la verdad, que es el único estilo por el que vale la pena caer muerto o ser atrapado por un tigre.
Entre más rápido lo digas, entre más rápido lo escribas, más honesto serás.CLICK PARA TWITTEAR
Y más adelante, entrándole ya de lleno al ejercicio que nos ocupa, Ray Bradbury cuenta que para encontrar al escritor que llevaba dentro y no sólo al imitador que copiaba a sus ídolos literarios, empezó a hacer listas de sustantivos.
Estas listas eran provocaciones que finalmente dejaban salir lo mejor de mí. Empecé a encontrar mi camino hacia algo honesto, escondido en la puerta secreta de mi cráneo.

Las listas eran algo así:

EL LAGO. LA NOCHE. LOS GRILLOS. EL RABINO. EL ÁTICO. EL SÓTANO. LA PUERTA SECRETA. EL BEBÉ. LA MULTITUD. EL TREN NOCTURNO. EL FARO. LA GUADAÑA. LA FERIA. EL CARRUSEL. EL ENANO. EL LABERINTO DE ESPEJOS. EL ESQUELETO.

Empecé a ver un patrón en las palabras que había aventado al papel.

Asomándome a la lista descubrí que las cosas que amaba y me aterrorizaban tenían que ver con las ferias y los circos. Me acordé, y luego olvidé, y luego volví a acordarme, lo aterrorizado que estaba cuando mi mamá me subió por primera vez a un carrusel. Con Caliópe gritando y el mundo girando, los terribles caballos saltando y yo añadiendo mis chillidos al estruendo. No volví al carrusel por años. Y cuando lo hice, décadas después, escribí La Feria de las tinieblas.

Pero antes de eso seguí haciendo listas. EL PRADO. LA CAJA DE JUGUETES. EL MONSTRUO. EL TIRANOSAURIO REX. EL RELOJ DEL PUEBLO. EL VIEJO. LA VIEJA. EL TELÉFONO. LA BANQUETA. EL ATAÚD. LA SILLA ELÉCTRICA. EL MAGO.
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Ilustración de Catbee
Ray cuenta que en el mismo papel de estas listas empezó a escribir historias, y entre ellas surgió R is for Rocket, uno de los primeros cuentos de los que se sintió orgulloso.
Empecé a correr a través de esas listas, a escoger un sustantivo y luego a escribir un largo poema en prosa inspirado en él.

En algún punto por la mitad de la página el poema en prosa se convertía en una historia. Lo que significa que de pronto aparecía un personaje y decía, “ese soy yo”; o “Esa idea me gusta”,  y este mismo personaje acababa el cuento por mí.

Empezó a ser obvio que estaba aprendiendo de mi lista de sustantivos, y que además estaba aprendiendo que mis personajes harían el trabajo por mí, si los dejaba solos, si les daba sus mentes, es decir, sus fantasías, sus terrores.
Y luego, el muy chingón, remata:
Conjura a los sustantivos, alerta a tu yo secreto, prueba la oscuridad… susurra y escribe sobre cualquier palabra vieja que quiera saltar de tus nervios al papel.
Conjura a los sustantivos, alerta a tu yo secreto, prueba la oscuridadCLICK PARA TWITTEARSusurra y escribe sobre cualquier palabra vieja que quiera saltar de tus nervios al papelCLICK PARA TWITTEAR
De tus nervios al papel. De tus nervios al papel. ¿Leyeron eso?
Así que ya el viejo nos puso en sintonía y nos lo explicó suavecito, ¿no? Pues órale, vamos a hacer nuestras listas.
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Ilustración de selin arisoy

LISTAS

Paso 1:  Saca una pluma, un papel o tu smarthphone o donde escribas, y escribe, uno a uno,  50 sustantivos.
Recuerda, esto sí es escritura automática. La regla de oro es que por nada del mundo se vale pensar, analizar, sopesar con tal de escribir los mejores títulos. ¡Ni madres, camarilla! ¿Qué no entendiste nada? Hay que dejar que hable el corazón, no la cabezota. Así que ponte unos audífonos, dale play, sube todo el volumen y sin pensar deja caer las teclas como maniático.
Escribe esos títulos. 50. En 3 minutos…. ¿Ya? ¿En serio? No lo digo en sentido figurado. Prepárense, vayan por sus utensilios. Aquí los espero…
…¿Listos? ¿Listas? Okei.  Ahí vamos. 3 minutos en cuenta regresiva. Rellenen los espacios:
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45
46
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48
49
50

¿Ya? ¡A webo, padrinos! Sale, pues aquí les comparto mi lista.

El cofre
La sombra
El avestruz
El Gorila
El Jaguar
Los zumbidos
La gordota
Los gruesos
Las playas
Los cerebros
La agujeta rota
Las pantuflas
El golpe
El masoquista
Los nudos
El río
La flor
El viento
El juego
El desastre
Los dientes
El paseo
Los jitomates
Las neuronas
El aullido
Los obreros
El puente
El bailarín
El gusano
La mano
La canción
La reina
La mamacita
La pantera
El abismo
La patrona
El jefe
Las chingaderas
Los electrolítros
El zurdo
El rudo
La riata
La cuerda
Las luciernagas
Las muertas
Las tetas
El gorrión
El agujero
El delantal
¿Ya?
¿Se sintió chingón, no es cierto? Bueno, pues ahora…
Paso 2. Escoge, también con las puras tripas, sin pensar, los 12 que más te atraigan. Por supuesto, no tiren los demás, déjenlos añejar, guarden la lista y redescúbranla cada vez que necesiten inspiración.
Paso 3. Escoge uno de esos 12 títulos que quedaron, el que en este instante te llame más machín. Con el que más sientas maripositas en el estómago. El que te ponga más nerviudo.
Paso 4. Así, sin pensar, ahoritita mismo. Abre una hoja en tu compu y escribe esa palabra como título de tu nuevo cuento.
Ahora, diviértete: juega con él, déjate arrastrar por la música de la palabra y no te detengas por nada del mundo hasta que pongas el punto final. Empieza a narrar y descubre párrafo a párrafo la historia, sin preocuparte por lo que va a pasar ahora, si es bueno o malo, si estás escribiendo puras mamadas, olvídate de las faltas de ortografía y la redacción. Deja que salga, vamos, vomítalo todo. Saca hasta el último ramillete de nervios…. sigue, sigue, órale, no te rajes.
Paso 5. Trabaja la historia. Ora sí, ya estuvo bueno de tanto pinche corazón, ya es tiempo de  llamar al cerebro. Usa la razón, edita, corta pega, corrige, quita los dedazos, cambia, redúcela lo más que puedas.
Paso 6. Rólala. Compártela aquí en los comentario.
Aquí, pa que vean que pongo el ejemplo, les dejo lo que salió de uno de mis títulos (lo acabo de escribir ahoritita, junto a este artículo, lo juro por ésta, me cae) No es la gran obra de arte, pero me divertí un montón escribiéndolo, revelando la historia conforme caía cada párrafo. 

LA MAMACITA

Güey, la mamacita estaba parada ahí, enseñando sus piernotas. Sabía que estaba bien buena, la canija. Traía ese contonear que tienen las chavas que se saben bien guapas, esa confianza en ellas que las hace todavía más perfectas de lo que son. Sabía que sus rodillas eran como un sueño de esos bonitos de los que unos se despierta y se siente triste porque quería seguir soñando. Sólo que sus rodillas no desaparecían nunca. Ahí estaban. Redonditas. Listas para los ojos de cualquiera que quisiera posarlos en ellas. Y pues yo sí quise, posarlos en ellas. En ellas y en el resto de su cuerpo. ¡Puta madre! me cae, güey, en serio, que hasta pensé, puta, este culero debería de estar aquí viendo lo que yo veo, porque esta chava, no manches, me cae que era de esas que nomás ves una vez en la vida y te dejan pendejo para siempre: el pelo rizadito, los hombros morenos y descubiertos, la boca sensual, acá, cachondona ¿no? y la caderita y las nailonzotas y hasta el clásico lunar al lado del labio, ay, güey ¿Qué no hubiera hecho yo por ella? ¡Hija de suuu!
Pero espérate, güey, que en eso, la mamacita saca un cigarro, y no sé porque pero yo me imaginé que ni le gustaba fumar y que nada más lo traía porque la hacía verse más guapota. Y qué crees que sí. Que con ese cigarro se veía más sexy, acariciando su lunar con el humito, y a mí se me empezó a paraguas, acá, machín, pero bien bien machín. Así como las primeras veces, cuando estaba bien chamaco y en la casa de mi tía descubrí las páginas centrales del tvynovelas, con sus artistas babosas en sus trajes de baño. Ya sabes. De eso que se le ponen a uno las venas como las de un ahorcado… Pues bueno, ¿En qué me quedé? Ah, sí, que la mamacita saca un cigarro y le da unas fumadas y saca lento el aire formando unas donitas bimbo de humo… Y en eso, cabrón. ¡No mames! Que la pinche vieja, pero así de la nada, güey, en serio, de la nada, que se avienta sobre el coche que venía pasando por la calle y… ¡Verga! la máquina le da un putazo que la manda a volar unos dos, tres, unos cuatro metros más allá. ¡Chíngala! Y yo pues que me paro corriendo y voy a verla, porque sí me asusté, güey, si yo nunca había visto nada así, ni un muerto ni un accidentado ni nada, y ya cuando llegué ahí, ¡vergas, vergas, vergas vergas! ¡No me lo vas a creer, cabrón! Pues que la mamacita ya ni mamacita era. Sí, ya sé, güey, obvio que ya no iba estar así de buena, a huevo. Tenía que estar con las tripas de fuera y la cara destrozada y así con los bracitos todos torcidos como un maniquí roto o una maestra de yoga ¿no?. Pero ni madres, no era eso, güey. Nel. La pinche mamacita ahora era un pinche ñor, gordo, atascado: con las tripas reventadas y los brazos torcidos, pero un ñor, güey, un pinche ruco apestoso y gordo, ah , pero eso sí, con el mismo lunar perfecto al lado de la boca ¡A la verrrrga! ¡Pinche escalofrío culero! El tipo que venía manejando, que traía una cara de susto que no te la acabas, me preguntó que qué había pasado con la señorita. Estaba igual de asustado que yo y mejor se hizo bien pendejo, me dijo que iba al coche por su cel y que en eso se pela el puto. Prende el coche y arranca. Yo me tuve que quitar en chinga, si no también me aplasta en su huida y ya no te la estuviera contando.
Y pues bueno. Yo no sabía ni qué hacer. No había gente en la calle. O si sí había no los vi, a lo mejor también se estaban haciendo pendejos, escondidos en sus casas, espiando nomás. Y que me acerco al güey ese, nomás como para comprobar que si había sido cierto, que mis ojos no me estaban jugando una pasada. Pero nel, qué pasada iba a ser. Si hasta le toqué la carne al gordote ese. Hundí mis dedos en su panza peluda y la panza me rebotó las yemas porque además estaba durísima. Yo me empecé a marear, y a respirar más rápido y más rápido. Así, güey, jadeando bien culero, y hasta pensé que me iba a desmayar ahí mismo.
Pero me aguanté, güey. Me aguanté porque era lo que debía hacer, aguantarme. Me calmé y me obligué  a acercármele. A ponerme en cuclillas y ya ahí, pus hice lo que cualquier hubiera hecho ¿no? Le cerré los ojos, aunque sea, porque pus está culero morirte así, solo en la calle, sin un pinche perro que te despida. Y da igual si eres una mamacita o un gordote asqueroso como él, todos nos merecemos eso ¿no? ¿O tú que crees, güey?

ORA TÚ

Venga, no le saques. Y lo más importante, no le pienses y comparte el resultado de este ejericio, ya vieron que el mío no era la gran cosa. Jueguen, disfruten y compartan.

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